Bueno yo preciso como 9 u 10 maso. Y decía que tan saliendo buenos los “made in Uruguay”, ya que antes con apenas un tijerita ya los pasaba pal otro lado, ahora tengo que calentar un clavo y darle con el martillo, pongo una tabla, marco el lugar en el cinto, agarro el clavo caliente con una pinza, no a mano pelada, se lo digo por experiencia y le encajo unos golpes.
Después al agua fría, pa que no se siga agrandando el agujero… del cinto. Y así lo uso, gallardamente. Con orgullo! Es que uno, realizando tal tarea, se siente orgulloso, porque al tratar el cuero con tal meticulosidad y cariño, me siento el mejor de los guasquilleros de la zona, un artista en el arte de moldear tal piel vacuna. Es que lo mío en ése sentido viene ya de un trauma infantil. No, con el cuero no, salvo las amenazas de cintazos con las que me asustaba la “Vieja”; aahhh si si si, me decía, con cinto en mano: “Carlos!! Verní para acá!! uno, dos…” y yo salía chato a hacer lo que fuera que tenía que hacer, más de grande me quedé parado, sin decir nada, quería saber qué pasaba en el 3… Una semana con los dedos marcados estuve. Igual eran otras épocas, hoy a los gurises apenas se les encaja un grito nomás, y ya te demandan por atentado violento al pudor.
Pero no es con el cuero que tengo un trauma, es con mi agilidad manual, tengo 2 manos izquierdas y soy derecho cerrado, mi motricidad fina la dejé en mi útero materno, la perdí en el camino. ¿Se acuerda cuando en el jardín de infantes nos daban la popular “plasticina” para jugar? Tenía un sabor medio a tierra y vainilla, raro sí, pero era lo que mejor me salía, sentarme en el rincón a comerla, hasta que me encontraba la maestra y me la sacaba, ahí ya no tenía más opción que ponerme a armar algo… sinceramente no me acuerdo quién era mi compañerita de al lado, pero me sentaban siempre al lado de ella, ya que las maestras de la época tenían como método de enseñanza la osmosis, se creían que sentándonos al lado de la más inteligente o estudiosa o la que más sabía, íbamos a aprender. Pero en mi caso era un dilema físico no intelectual!! Yo miraba a esa alumna y la veía realizar canastitas con pancitos, pequeños, hasta el olor del pan le quedaba rico! En mi mente creaba las mejores obras de arte con masa, pero mis dedos lo único que sabían hacer era pelotitas y choricitos, listo.
Con la conjunción de ambos hacía un hombrecito de plasticina, el cual, al presentarlo siempre le faltaba algún miembro, ya sea porque se le caían o porque me los comía. Es más, a fin de año, en las ceremonias de clausura, todos los niños regalaban sus trabajitos a sus padres, acto emotivos si los hay; bueno, yo les recitaba un poema, con las manos a mis espaldas y vendadas… y el poema era casi siempre “El pedo”. Luego más adelante, ya en mi juventud y guitarra en mano, aprendí “Adan y Eva”. Ambos, eternamente prohibidos por mi madre, bajo la amenaza de “Carlos!! Te callás a la una…”
Salú!
Emilio “Pelado” Machado
Más que una columna, apenas un simple Poste de Humor
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